LAS MUJERES EN LOS MEDIOS

¿Ser o no ser tu propia jefa?

Sandra Chaer
Por Sandra Chaer 8 mayo, 2018

Las mujeres periodistas en los medios masivos de comunicación y en los medios alternativos con enfoque de género de Argentina. (1)

 

Por Sandra Chaher (2)

El techo de cristal suele ser descripto en el marco de las organizaciones laborales tradicionales. ¿Existe más allá de ellas, en los ámbitos de trabajo autogestivos que creamos las propias mujeres y, más específicamente, en los medios alternativos de comunicación dirigidos por mujeres?

Intentaré avanzar en las respuestas a estas preguntas a través del relato de cuatro periodistas –dos trabajan en medios comerciales y dos en medios alternativos- y de un panorama de la situación de las mujeres en algunos medios masivos de comunicación.

Las cuatro comunicadoras entrevistadas son lideresas en sus respectivos ámbitos de trabajo: ocupan cargos directivos o de relevancia en medios comerciales, o están al frente de sus propios emprendimientos.

Cristales por dentro y por fuera

El concepto del techo de cristal parece haber sido usado por primera vez por Katherine Lawrence y Marianne Schreiber, dos ejecutivas de Hewlett-Packard que en 1979 empezaron a observar cómo mientras en apariencia las mujeres de la empresa parecían estar imbuidas en carreras de ascenso, en verdad había un punto en que las promociones se detenían y no llegaban a los cargos superiores. El término glass ceiling apareció por primera vez en un artículo de 1984.

El techo de cristal suele definir las características de la sociedad patriarcal que van configurando mecanismos, la mayoría invisibles, que impiden el ascenso de las mujeres dentro de las organizaciones laborales. Se refiere a las características objetivas, aunque no detectables a simple vista, que hacen que, si bien las mujeres somos el 40% de la fuerza laboral en el mundo, ocupemos la minoría de los puestos de decisión (3)

La psicoanalista argentina Mabel Burin dice que el techo de cristal es “una superficie superior invisible en la carrera laboral de las mujeres, difícil de traspasar, que les impide seguir avanzando. Su carácter de invisibilidad está dado por el hecho de que no existen (4).

Burin se refiere a las condiciones subjetivas que confluyen para que el techo de cristal afecte a las mujeres, y habla de una doble inscripción del término, “como realidad cultural opresiva y como realidad psíquica paralizante”.

En este artículo vamos a referirnos a la percepción que tienen las mujeres entrevistadas sobre la existencia del techo de cristal en sus ámbitos de trabajo. No haremos un análisis de las condiciones de existencia del techo de cristal, sino cómo ellas perciben tanto las condiciones externas (objetivas) que podrían estar condicionando sus carreras profesionales, como la forma en que su propia subjetividad da respuestas a estas características del medio laboral en el que se desempeñan.

Veremos cómo cada una delineó un perfil de carrera profesional que no está acabado (ninguna de las entrevistadas supera los 50 años), cómo este camino llevo a algunas a alejarse de los medios masivos y a otras a permanecer en ellos, y cómo estas elecciones están a veces cargadas de ambivalencias y dudas.

¿Y las jefas dónde están?

En los medios de comunicación de Argentina se confirma la norma general: muchas peonas y pocas capatazas (5).

Las mujeres son el 50% de la redacción del diario Clarín (el de mayor tirada nacional); alrededor del 25% en el diario Página 12 (la tirada nacional es pequeña pero es un diario influyente); y menos del 30% en el diario Crítica (también de alcance nacional y de tirada pequeña, pero lo tuvimos en cuenta porque fue lanzado al mercado en marzo del 2008 y pretende perfilarse también como un diario influyente, marcador de tendencias de opinión).

Clarín es el único diario nacional dirigido por una mujer, Ernestina Herrera de Noble, quien está a cargo del matutino desde 1969. Se trata de una herencia, ya que el
fundador y director del diario hasta su muerte fue su marido, Roberto Noble. En la práctica, no es ella quien toma las decisiones editoriales.

Sin embargo, el medio se destaca por contar con una mujer como editora-jefa, función que comparte con dos varones. Silvia Fesquet tiene a cargo la edición general diaria de Clarín, junto a sus dos colegas; además es responsable de los contenidos de varias secciones y suplementos, coordina la edición de los domingos (el día de mayor tirada), conduce el equipo de investigación, y supervisa productos y suplementos que se editan para fechas y acontecimientos especiales.

Clarín cuenta a la vez con varias mujeres editoras en secciones “calientes” como Pais, Internacionales, o Investigación.

En Página 12 sólo una mujer tiene un cargo jerárquico (superior a editora de sección), pro-secretaria de redacción, aunque al día de la fecha es sólo una designación formal, ya que está retirada de la realización diaria del medio. Hay secciones exclusivamente integradas por varones, como Economía y Sátira; una sola mujer escribe editoriales, una sola está en Sociedad; y en Política (la sección más fuerte de este diario) hay 10 mujeres sobre un total de 26 periodistas.

En Crítica, todos los cargos superiores están ocupados por varones (director, director ejecutivo, subdirector, secretario de redacción, y gerente); hay sólo dos mujeres jefas en secciones de acceso habitual: Sociedad y la revista dominical; no hay mujeres en Economía; y hay 3 sobre 14 en Política (la sección más fuerte de este matutino).

Tanto Página 12 como Crítica se presentan como “diarios con contenidos progresistas” y se caracterizan por tener en su staff a las y los periodistas mejor formados en la defensa de los derechos humanos, de las mujeres, y de las minorías. Página 12 incluso edita desde hace 10 años el único suplemento de género que existe en los diarios de tirada nacional de Argentina: LAS/12, y acaba de sacar al mercado un suplemento sobre diversidad sexual, SOY. Esta política editorial en cuanto a algunos contenidos, y a la elección de las y los periodistas, no se ve reflejada sin embargo en una equidad sexual en la plantilla, y tampoco en la distribución de cargos jerárquicos.

A la vez, la composición de egresados y egresadas de la Carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires (uno de los lugares más importantes del país de formación de futuros y futuras periodistas) se feminiza cada año. En 1998 egresaron 51 varones y 66 mujeres; en el 2003, 31 varones y 60 mujeres; y en el 2007, 64 varones y 150 mujeres.

Ambitos tradicionales

Silvia Fesquet tiene 51 años, no tiene hijos, y trabaja desde hace 10 en el diario Clarín. Fue convocada en 1998 para participar en el rediseño de la revista dominical.

Ingresó como secretaria de redacción, el cargo más alto que ninguna mujer había tenido en la historia del diario. Poco después se hizo cargo de los suplementos y de las ediciones especiales. Y en el año 2003, en el marco de una reestructuración general, fue nombrada pro-secretaria general de redacción (editora en jefe), que es el cargo que mantiene hasta hoy.

La segunda periodista entrevistada que se desempeña en un medio masivo prefirió guardar el anonimato, con lo cual la llamaremos M. Tiene 38 años, una hija y un hijo, y hace 17 que trabaja en otro de los diarios de tirada nacional. Entró como becaria y al año quedó estable en la sección Información General, dedicándose a temas de género, mujer, derechos de las minorías sexuales, y niñez. Se desempeñó como sub-editora de su sección pero después de un año renunció porque “el salario que me pagaban por ese cargo no era suficientemente atractivo como para que yo llegara tarde a mi casa, con el costo que eso tiene en la vida familiar cuando hay hijos chicos”. Por la misma razón rechazó el cargo de editora tiempo después. M. es mamá de un nene de un nene de 7 años, y una nena de 2 y medio.

Al referirse al techo de cristal, tanto Fesquet como M. perciben la existencia de las condiciones subjetivas en las mujeres que limitan los ascensos profesionales. Sin embargo, les resulta más difícil describir las condiciones externas que condicionan las carreras de las mujeres, sobre todo a Fesquet.

“Nunca me lo planté –señala la directiva del diario Clarín cuando se le pregunta si alguna vez sintió que, por su condición de mujer había tenido menos posibilidades de promoción/ascenso, y de ganancia de dinero-. Tampoco nunca me planteé la carrera en términos de cargos, de ascenso hacia arriba. Siempre me preocupó el crecimiento profesional, que implicaba cada vez ser mejor periodista. Fui siempre la primera sorprendida cuando llegaban los cargos. Lo mío fue siempre por prepotencia de trabajo. (…) Siempre me concentré tanto en el trabajo, me mantuve al margen de las internas. No sé, tal vez hay una actitud un poco ingenua, porque no he estado atenta a las cuestiones de género. Tal vez fue mejor. Si yo hubiera estado atenta a si me discriminaban me hubiera vuelto loca. Probablemente me hubiera retraído, estaría dominada por esos temores. En cambio yo iba a trabajar y estaba muy concentrada en trabajar. (…) Honestamente no reparé en ese tipo de cosas. Probablemente tuve que hacer más méritos que los que hubiera hecho un hombre para llegar. No lo sé exactamente. Igual creo que esto pasa, a lo mejor para darle un cargo a una mujer se piensa dos veces y se requiere como una demostración mayor de capacidades, de dedicación y esfuerzo.”

Cuando se le pregunta si cree que a las mujeres se nos hacen más difíciles los ascensos y la mejoría de ingresos que a los varones, responde afirmativamente pero con una mirada optimista: “(…) creo que el techo de cristal existe y que siempre hay una mayor predisposición a dar el cargo a un varón antes que una mujer. Pero esto está cambiando, lentamente, ya hay una aceptación de que las mujeres tienen una enorme cantidad de virtudes a la hora de enfrentar responsabilidades. Muchas son muy ordenadas, muy precisas, muy concretas. Tienen más capacidad para ir al grano. Cuando se plantea un objetivo, son más obsesivas y rigurosas que muchos varones para alcanzarlo. Cuando se comprometen, lo hacen a fondo. Si bien todavía hay una cultura que cuesta romper, creo que ese techo de cristal se está perforando y hay más mujeres que llegan determinados cargos.”

Y señala la imposibilidad subjetiva de las mujeres de perforar el techo de cristal, que aparece como más relevante a su mirada que las condiciones externas del mismo. “Sin negar ese techo de cristal –dice-, también creo que hay otro y que lo ponemos las mismas mujeres, un techo que no nos animamos a perforar.” Previamente, cuando se le había preguntado si conocía el caso de alguna colega que hubiera visto disminuidas sus posibilidades de ascenso, o de obtención de mejores remuneraciones, por ser mujer, había respondido: “Por ahí esto sirve para plantear un tema que puede resultar antipático. Esto a partir de trabajar con mujeres. No a todos les gusta ocupar un cargo por la cuota de responsabilidad que implica. Hay gente a la que la idea le entusiasma, pero también hay gente que no le interesa ocupar ese tipo de cargos o llevar adelante las responsabilidades que implican. Cuando tenés un cargo, hay instancias en que las decisiones son tuyas y eso implica la posibilidad de equivocarte y de bancarte la consecuencia de la equivocación. Eso ya es difícil de aceptar. (…) Vos tenés que empezar a decidir que sí o que no. En cierta forma poner el límite es antipático. Creo que a las mujeres nos cuesta –ojo que también conozco varones sin ninguna capacidad de mando y los he visto fracasar estrepitosamente– un poco más… tenemos siempre la necesidad de que nos quieran y de caerle bien a todo el mundo. Creo que tenemos como una preparación cultural para eso. A los hombres por ahí les importa un poco menos. Están menos pendientes de la opinión ajena. Las mujeres, en una cosa atávica y cultural, estamos muy preocupadas por la mirada del otro. (…) Hay un momento en un grupo humano en que estás a la par y cuando ascendés te separás, hay un salto cualitativo que en algún punto te pone del otro lado, los reclamos que vos hacías ahora te los hacen a vos. Creo que está en las mujeres el miedo a perder el afecto, quizás son cosas a nivel del inconsciente. He visto mujeres con todas las capacidades para ascender, las he visto perfilarse en ese sentido, tenían una mirada interesante, crecían, tenían buen trato, capacidad de edición, entonces llega el momento del ascenso. Te encontrabas con que decían no, no quiero. Me ha pasado. Yo le decía, mirá que es una buena oportunidad. Ellas me decían que preferían quedarse donde estaban. En el prefiero quedarme acá creo que juegan muchas cosas. Las que tienen familia, el miedo al tiempo que lleva, la dedicación que implica. En otras creo que juega el miedo a lo desconocido, hasta acá conozco, hasta acá me he podido manejar.”

El hecho de no haber tenido que compatibilizar trabajo y familia, podría haber determinado en Silvia Fesquet una mirada menos atenta a la discriminación laboral por género ya que nunca parece haberse visto expuesta a algunas de las situaciones que conforman el techo de cristal: no atravesó embarazos, partos, visitas al médico vinculadas al cuidado de su salud como madre, ni tampoco a la de su prole; y, sobre todo, no debió debatirse entre las absorbentes jornadas laborales y el deseo/mandato/necesidad de estar con su familia. Al comienzo de la entrevista, se refiere a su disponibilidad de tiempo: “Cuando empecé trabajaba todo el día. Hacía tres notas por semana de ocho páginas cada una, inclusive las producía. (…) Inclusive trabajaba sábados y domingos. Era un ritmo muy intenso y eso a mí me fascinaba.”

El caso de M. es diferente en tanto es mamá y manifiesta en varias oportunidades de la entrevista la “negociación” entre el tiempo de dedicación al trabajo y a su familia. Pero percibe esos sentimientos como producto de los condicionantes de la subjetividad femenina, sin plantearse la ausencia de red social, política y empresaria que debería contener a mujeres y varones en su rol de madres y padres para que puedan desarrollarse tanto en el ámbito profesional como en el familiar y personal.

En Argentina aún no se cuenta con suficientes políticas públicas de conciliación trabajo-familia, y sólo algunas empresas –la gran mayoría de origen extranjero- tienen programas de este tipo. Según la legislación laboral actual, la licencia que pueden tomarse las mujeres cuando nacen sus hijos es de tres meses, y los varones de dos días.6 Algunas mujeres extienden el período a seis meses pero a costa de renunciar a sus ingresos durante ese período, o por la acumulación de francos correspondientes a vacaciones y días previos trabajados. En cuanto a los jardines maternales, la oferta estatal (red pública) no alcanza a cubrir la demanda, y las empresas no cumplen con los requerimientos de la ley (7)

“Seguramente perdí posibilidades de ascenso o de mejorar ingresos –responde M. cuando se le pregunta si en algún momento sintió que por ser mujer tenía menos posibilidades de promoción/ascenso, y de ganancia de dinero -. Creo que podría haber trabajado más y ganar más plata, pero fue una decisión mía no hacerlo. Hoy por hoy los hijos significan un anclaje que me impide dedicarme más al trabajo. Me encanta el trabajo, por eso todo el día vivo una pulseada entre dónde debo estar y dónde estoy.”
Cuando se le pregunta si cree que a las mujeres se nos hacen más difíciles los ascensos y la mejoría de ingresos que a los varones, amplía: “Creo que las trabas que tenemos las mujeres son subjetivas y tienen que ver con el cuidado de los chicos y con no querer resignar. Trato de delegar algunas cosas, pero no todas, no quiero que mis hijos estén criados por otra persona. Por otra parte, a algunas mujeres les cuesta más negociar dinero, por ejemplo un aumento de sueldo. Esto tiene que ver con una cuestión histórica, con cómo desde la niñez fuimos entrenadas para determinadas actividades. Socialmente se nos atribuyen determinadas funciones y eso hace que no tengamos masticados atributos como la competitividad, la disputa. Quizás la tradición patriarcal hace que las mujeres no estemos entrenadas para la negociación salarial.”

Luego incluye otra reflexión que también contempla las formas de organización de la estructura social, en la que las mujeres no fuimos hasta ahora convidadas a participar
como creadoras: “Creo que (la mayor dificultad en los ascensos y en la mejoría de ingresos para las mujeres) está muy asociada con la maternidad y la crianza de los chicos. Una se retira, se retrae y pierde ciertos trenes. En algunos casos hay que esperar que los hijos crezcan, a algunas les interesa esperar a otras no. Ese interés no significa que no interese el poder, sino que no interese en esas condiciones.”

Cuando se le pregunta si se desempeña laboralmente de la misma forma que sus compañeros varones en el mismo cargo, responde: “Quizás trabajo más… pero no he sentido que tengo que hacer más para lograr más.” Sin embargo, poco antes había señalado: “Igual veo que las mujeres que llegan a cargos están doblemente capacitadas. Los cargos no les quedan grandes. En cambio a los hombres no se les exige tanto.” Y cuando debe responder si alguna vez percibió molestias en su trabajo cuando pedía francos vinculados a la salud o la educación de su hija e hijo, la respuesta deja claro que no da oportunidades para la queja empresaria: “Yo trato de no faltar, más allá de la licencia por maternidad, que me la tomé. Junté vacaciones y me la tomé. No me significó un costo en mi carrera.”

En el armado de la ingeniería familiar y el desarrollo de la carrera profesional de M. aparece con un rol fundamental su compañero: “Mi marido es autónomo, tiene su propia empresa, por eso no tiene inconvenientes en llevar a nuestros hijos al pediatra o ir a la reunión de padres en la escuela. Compartimos esas responsabilidades. Ahora estoy haciendo un posgrado, así que si vuelvo tarde, él se organiza para volver más temprano. Si debo salir antes de casa, él se queda un rato más con nuestra hija más pequeña.” Esto habla de un buen reparto de roles al interior de la pareja, pero también de cómo la carrera profesional de las mujeres depende de los vínculos y redes que podamos construir ya que se dispone de escasas políticas públicas.

Al referirse a si tener hijos/as modificó su rutina laboral, señala que redujo su horario de trabajo: “Negocié en el diario la posibilidad de trabajar de mañana. A veces trabajo desde mi casa. Tengo un horario flexible, manejo mi propia agenda. No estoy atada al cierre, que es la dificultad que tenemos las mujeres en los diarios. Las revistas pueden tener otro ritmo. El diario implica cerrar de 21 a 22 horas. Si tu hijo tiene doble escolaridad, se levanta 7 de la mañana para irse y vuelve 16:30. Es decir que salís de tu trabajo cuando tu hijo debería estar durmiendo e ingresás cuando está en el colegio, así que no lo ves en todo el día. En mi caso mi pareja me acompaña, me impulsa a tener los trabajos que quiera tener, a buscar nuevos proyectos. En realidad fue una decisión mía la de cambiar la forma de trabajar. Si yo no hubiera negociado con el diario, me hubiera ido. En el diario fueron muy accesibles a mi planteo, no tuve inconvenientes y aún gozo de esa posibilidad y no hay otra persona que tenga este beneficio. (…) Por suerte el cambio de horario no impactó en mi sueldo que sigue siendo bueno.”

Caminos no convencionales

¿El techo de cristal se reproduce de la misma forma en los medios de comunicación alternativos? ¿Las mujeres nos vemos expuestas a los mismos límites dentro de las organizaciones creadas por nosotras? ¿La percepción de los condicionamientos externos y de los propios, son similares?

Alternativos son los medios que, más allá de su alcance, no se rigen por una lógica comercial. A los productos periodísticos con enfoque de género no les corresponde un sector específico del mercado. No hay nicho publicitario para los temas de género. Los emprendimientos periodísticos de este tipo, en todo el mundo, se financian con aportes de organismos nacionales o internacionales interesados en la difusión de estas temáticas. Las empresas no ven aún posibilidad de ganancia en ellos.

El techo de cristal existe en todos los ámbitos porque, antes que anclado en las organizaciones, es parte de la estructura de la sociedad. Los condicionamientos subjetivos o externos que nos dificultan a las mujeres llegar a los cargos de decisión, no merman o disminuyen porque armemos nuestras propias empresas u organizaciones. Interactuar con las estructuras sociales y económicas es inevitable, y éstas siguen respondiendo al modelo tradicional, organizado alrededor de los tiempos y la idiosincrasia masculina.
Casos como el de Silvia Fesquet o M. evidencian que se puede lograr satisfacción y una relativa plenitud en empresas tradicionales. Otros casos como el de Mónica Molina o María Falcó, que veremos a continuación, muestran que también es posible la satisfacción al frente de medios alternativos.

Mónica Molina tiene 42 años, una hija de 18 años y un hijo de 5, y es la directora de Urban@s en red, una revista mensual sobre temas de género. Si bien Urban@s está hecha en la ciudad de Santa Rosa, provincia de La Pampa, la temática no es local: la mirada de género llega a los temas de alcance e interés nacional.

Molina llegó a Urban@s después de recorrer un camino que incluyó medios comerciales, propuestas alternativas, una activa militancia sindical, y el desarrollo de la tarea docente. Tiene una formación más diversificada que las de Fesquet y M., una situación que se repetirá en el caso de María Falcó. Podría pensarse que la lógica de crecimiento dentro de las empresas tradicionales absorve prácticamente toda la disponibilidad de tiempo para el desarrollo profesional, mientras que el camino en los medios alternativos da espacio para la conformación de un perfil profesional más diversificado o, visto de otra manera, que el encuentro con proyectos alternativos es parte de la construcción de un perfil profesional más diverso. Molina le encuentra beneficios a esta diversidad: “(…) al no realizar un camino formal y tener la posibilidad de ir ascendiendo, logré generarme herramientas para ir creciendo profesionalmente desde la incertidumbre. Por ejemplo en 2006 me quedé sin trabajo y me puse a pensar qué podía hacer con las herramientas que tenía, así generé la revista Urban@s.”

Mónica Molina empezó a trabajar en 1990 como corresponsal de la agencia nacional de noticias Télam, en Santa Rosa, al mismo tiempo que iniciaba su militancia sindical. Poco después emprendió la tarea docente que continúa hasta hoy. En 1992 ingresó al diario El Diario, de donde fue despedida poco después por integrar una de las listas gremiales que se presentaban a elecciones. Querelló a la empresa por despido injustificado y “fue el primer juicio que se ganó por la Ley 12.908 (Estatuto del Periodista Profesional) en La Pampa. El costo fue alto. A poco de comenzar mi carrera profesional en una ciudad que tenía no más de 100 mil habitantes y donde el mercado laboral para el periodismo es muy reducido, tuve que enfrentar una situación de juicio”. A partir de 1996 empezó a trabajar temas de género en distintos medios y ámbitos hasta que, en el 2006, después de que no le renovaron un contrato de trabajo en un organismo del Estado, sacó Urban@s en red.

Cuando se le pregunta por qué eligió un medio alternativo, responde: “Porque vi cerradas las posibilidades de trabajar en medios masivos. Desde ninguno de los tres diarios de La Pampa me convocaron para trabajar y esto está vinculado al estigma que mencionaba antes (la doble militancia feminista y sindical). Por otra parte, hoy día no soportaría la limitación horaria que impondría a mi vida el trabajo formal en periodismo. Hoy el tiempo tiene para mí un valor sagrado. Hoy puedo manejar mis tiempos. Sostendría esta decisión aunque ganara menos, que de hecho es así. También valoro muchísimo la posibilidad de presentar un producto propio y tener por eso una cierta autonomía.”

Sobre los beneficios de trabajar en medios alternativos, señala: “Urban@s me permite participar en circuitos que desde otro lugar quizás no participaría. Por ejemplo, me permitió conocer y participar en la red PAR (Periodistas de Argentina en Red-Por un periodismo no sexista); (…) hemos organizado actividades como talleres de salud y sexualidad con perspectiva de género y ciclo de cines con una temática específica.” Y sobre los perjuicios: “Es más difícil conseguir entrevistas. No es lo mismo concertar una entrevista desde un diario masivo que desde una revista alternativa. La revista es mensual y es difícil que se aprecie el beneficio de salir publicado en la misma. También es difícil lograr que la gente reconozca la importancia de contar con una revista específica en género. Por ejemplo, no es lo mismo si llama a un funcionario de Santa Rosa una periodista de Buenos Aires que si llamo yo, pese a que ambas llamamos por el mimos tema y pese a que Urban@s es de allí mismo.”

En cuanto a las posibilidades de crecimiento de un medio alternativo, Molina señala: “El primer obstáculo es económico. Al no ser masivo es más difícil que se conozca y más difícil generar pautas publicitarias. Asimismo, es muy difícil tener una misma estrategia que aquel que tiene más poder.” Pero no encuentra obstáculos para el crecimiento profesional: “No sé si hay obstáculos, al contrario, crecés mucho. Por ejemplo, en cuanto a las estrategias que desarrollás para sostenerlo. Asimismo generás una herramienta que tiene un altísimo valor y es el prestigio.” Y abunda en la respuesta cuando debe responder específicamente si su prestigio aumentó, se mantuvo o disminuyó desde que dirige su propio medio de comunicación: “Aumentó. Soy creíble porque hace años que estoy en la misma línea, seguí capacitándome y mis actos se corresponden con lo que digo.” En cuanto a los ingresos económicos, “se mantuvieron” desde que dirige Urban@s.

Acerca de su percepción sobre la existencia de un techo de cristal, cuando se refiere al tema Molina hace referencia a los medios tradicionales en los que trabajó, no a Urban@s. Cuando se le pregunta si en algún momento sintió que por ser mujer (o por hechos vinculados como embarazo y/o maternidad) tenía menos posibilidades de promoción/ascenso, y de ganancia de dinero, dentro de su trabajo, responde afirmativamente: “Aparecían muchos obstáculos por ser mujer. En la redacción de El Diario, había un jefe de redacción que decía ‘las mujeres no pueden hablar en la redacción’ y era solamente por la condición de ser mujeres. Era una redacción de más de 10 personas, integrada sólo por tres mujeres.” Responde “Totalmente” cuando se le pregunta si cree que a las mujeres se nos hacen más difíciles los ascensos: “Además pesa la actitud de los colegas varones, inclusive de aquellos que tienen mentalidades más progresistas. A la hora de plantear por qué no hay equidad de género en la composición de una redacción, más que nada en el ascenso de cargos, aparecen los chistes machistas. ‘Estás tres horas para escribir una nota’. Una forma clásica de descalificar a las mujeres es marcar el tiempo que les lleva hacer una nota. También está el tema de la observación. Todo el tiempo observan como vos trabajás,’ te miran las costillas’. Encima te ponen a trabajar con aquellas temáticas que están más devaluadas, tenés que cubrir temas culturales, nunca la conferencia del gobernador. Los hombres son los que entienden la cosa política, ésa es una actitud misógina.” En cuanto a si a las mujeres se nos hace más difícil la mejoría de ingresos que a los varones, señala: “He visto que en los diarios provinciales las mejoras salariales por productividad o por la realización de trabajos extras son para los varones. El ofrecimiento de ese tipo de extras, cuando es recompensado, también recae en varones. O sea que la promoción de mujeres en otros campos periodísticos está más vedada. Al mismo tiempo algunas mujeres tienen temor y soportan estas situaciones.”

María Falcó tiene 42 años, tuvo un hijo que falleció, y además de periodista es actriz y productora teatral. Dirige el programa radial El Andén, que se emite cada noche a las 0 horas en la Radio Provincia de Buenos Aires, una emisora perteneciente al gobierno de la provincia de Buenos Aires, el distrito más poblado del país. El Andén, focalizado en la violencia de género, se emite desde marzo del 2006, aunque actualmente la situación es precaria ya que este año la emisora no le renovó al equipo el contrato laboral. Siguen trabajando, pero sin certeza de continuidad. Paralelamente, Falcó comenzó a editar El Andén on-line (www.elanden-am.com.ar), que funciona como un espacio web de difusión del programa. Cuando se le pregunta sobre los beneficios de trabajar en medios alternativos, responde: “Aunque uno esté en un medio masivo, lo alternativo es necesario porque construye en otro ámbito, está al alcance de la gente en otro sentido, más mano a mano. La web fue sumamente importante, dio visibilidad al programa El Andén”. Al referirse a por qué eligió un medio alternativo, dice: “El Andén sólo como programa de radio no existiría. Tiene cierta trascendencia porque tratamos de participar en todos los eventos vinculados a la violencia de género. Pero la visibilidad la logramos a través de la web. Lo lógico sería que la gente de la radio armara una estrategia para darnos mayor visibilidad, pero eso no ocurre. Entonces elegimos un medio alternativo para una mayor visibilidad.” Pero considera que las posibilidades de crecimiento en los medios alternativos son limitadas: “Creo que se agota. La web se satura, si alguien tiene interés en los temas que se abordan en una determinada página, puede entrar una, dos, hasta tres veces, pero con el tiempo la página pasa a ser un material de consulta. Es decir, en un mes entran cinco veces, después entran con menos frecuencia y finalmente la tiene como referencia o consulta. Por ese límite, y porque el proyecto inicial incluía diferentes soportes de comunicación, vamos a sacar El Andén en papel.”

Sus ingresos disminuyeron desde que está a cargo de un medio alternativo. En cuanto al prestigio profesional, señala que tener un medio alternativo “sirvió para que me conozcan más”. Sobre los posibles obstáculos para su crecimiento profesional en un medio no comercial, no ve “ninguno”; en cambio, sobre el crecimiento económico: “Todos, porque tenés que bancar todo vos. Nunca encontré a nadie que quisiera encargarse de vender pauta publicitaria. Habría que armar algo, no hay un grupo de gente que se dedique a la venta de publicidad para medios con perspectiva de género.”

Acerca de su percepción del techo de cristal, cuando se le pregunta si, por ser mujer cree que tuvo menos posibilidades de promoción/ascenso, y de ganancia de dinero, responde afirmativamente: “Todo el tiempo. Para hacer El Andén firmé un contrato por un sueldo de 600 pesos, pero están quienes firmaron contratos por 5, 10 y 13 mil pesos. En mi caso la radio pone el espacio y 600 pesos. ¡Bienvenido sea! Pero todos los gastos para traer invitados y el CD con el programa grabado que le entregamos al invitado sale de mi deuda, porque hoy me estoy endeudando.” Cree que a las mujeres nos resultan más difíciles la mejora de ingresos y los ascensos “por mucha razones que tienen que ver con la sociedad patriarcal, el machismo”. Y vincula estas dificultades con condicionamientos culturales más que con limitaciones subjetivas: “Hay muchas mujeres que reproducen este modelo en sus ámbitos laborales. El otro día entrevisté a una periodista y ella misma reconocía que la participación de la mujer en el mundo del trabajo había crecido, pero que junto con otras colegas se planteaban la posibilidad de trabajar menos y recuperar el espacio de los afectos, ese que tiene que ver con los hijos. A los dos minutos me cuenta que acababa de poner una empresa con una colega. Es decir, tiene un programa en la tele, otro en un cable, otro en radio y acababa de abrir un bar. Entonces ese arrepentimiento sobre no estar con los hijos tiene que ver más con la educación que recibió. Sin embargo a los varones no les pasa eso, no se plantean ‘ay, no, porque yo hubiera querido estar con mis hijos’”.

Concluyendo

Puede decirse que las periodistas que hicieron una opción por los medios alternativos tienen mayor registro de la existencia del techo de cristal que quienes trabajan en medios masivos. Quizá el hecho de haber tomado distancia de las estructuras tradicionales les habilita una mayor mirada crítica.

Pero el techo de cristal es reconocido por todas, ya sea como protagonistas o como observadoras. Aunque quienes trabajan en medios comerciales tienden más a ver en el afuera, que en la propia historia, las situaciones objetivas y subjetivas con las que se va construyendo el techo de cristal en la vida laboral de las mujeres. En los casos de Silvia Fesquet y M., el registro de situaciones que podrían haber limitado las carreras de las mujeres tiene más que ver con las limitaciones de las propias mujeres, como no poder conciliar la vida familiar y laboral, no saber negociar los aumentos de sueldo, o tener dificultades para asumir compromisos que implican el ejercicio de poder. Mónica Molina y María Falcó, en cambio, ven más en el afuera las dificultades para crecer dentro de medios comerciales, y también para llevar adelanto proyectos autogestivos.

La última pregunta que las cuatro respondieron fue “¿Cómo evalúa su futuro en términos de crecimiento profesional y económico?” La respuesta que dio cada una evidencia satisfacción con el momento actual. Las dudas e incertidumbres sobre el futuro están ligadas a la continuidad de los emprendimientos en el caso de Molina y Falcó: ambas esperan que tanto El Andén como Urban@s sigan creciendo y también existiendo, es decir que la fuente de trabajo no está garantizada. Que ambos medios continúen dependería del apoyo externo. En el caso de Fesquet y M., las expectativas están puestas en nuevos desafíos que se les presentarían en sus ámbitos laborales actuales o en otros; estas propuestas podrían depender de ellas o no, pero no está en juego la continuidad laboral.

¿Es mejor entonces ser tu propia jefa en un medio alternativo o intentar el desarrollo profesional y económico en un medio tradicional? Las respuestas de las cuatro no permiten inclinarse por una u otra opción. Todas están conformes con el camino elegido. Lo que están haciendo representa sus mejores elecciones hasta la fecha.

Quizá la respuesta deba buscarla cada una dentro suyo. Investigar y descubrir cuál es su lugar, con qué molinos de viento prefiere lidiar. Porque en todos los ámbitos hay vados que sortear y gente que tiende la mano para atravesarlos.

Pero es indudable que no todas estamos hechas para los mismos espacios y dilemas. Y el gran desafío que dirimirá si nos transformaremos en lideresas es que escojamos desde dónde dar batalla. Y que desde allí defendamos nuestro derecho a construir ámbitos laborales, y sociedades, conformes a nuestros deseos.

El poder no está en un solo lugar, ni se ejerce de una sola manera. Aceptar esta diversidad es reconocer nuestro origen como mujeres y como humanidad diversa. Y aceptar los múltiples liderazgos, siempre que sean respetuosos de los derechos humanos, es colaborar en la construcción de una sociedad plural.