Doctrina

El emprendedurismo: el nuevo ropaje neoliberal

Ana Rameri
Por Ana Rameri 16 febrero, 2018

En el contexto mundial viene desarrollándose, hace ya varias décadas, una disputa en el plano de la subjetividad, que afecta principalmente al sentido otorgado a la relación hombre-trabajo en el régimen capitalista. Probablemente esta lucha sea tan histórica como el propio régimen, pero la especificidad de esta etapa pasa por el retorno de una visión neoliberal descarnada, que parece perpetrar una dependencia simbólica, disponiendo un suerte de hombre nuevo, sin historia, de carácter universal, que bajo el imperativo de la felicidad y la autorrealización, transforme todo su tiempo de vida en tiempo de trabajo. Una concepción del poder que batalla disimuladamente pero busca firmemente consolidarse a través de la figura del emprendedor.

En este marco, en Argentina, el nuevo gobierno viene dando importantes señales en el sentido de apuntalar a los espíritus emprendedores. Durante este corto tiempo de gestión modificaron la nominación de la secretaría de pequeñas y medianas empresas por “Secretaría de emprendedores y pymes”, promulgaron la ley de emprendedores para que cualquiera pueda crear una empresa en menos de 24 horas y desataron una ofensiva simbólica para disputarle espacio a la idea de lo colectivo, de lo común, y abonar a la estrategia posmoderna, de exacerbación de las individualidades. De esta manera, los mensajes oficiales en general mantienen un interlocutor privilegiado (vos, el vecino y ahora el emprendedor) y un rival declarado (sindicatos, organizaciones sociales, de desocupados, etc).

El modelo oficial

El presidente Macri ya tiene incluso sus ejemplos preferidos bautizadas como “los cuatro unicornios”, a quienes llevó para su adulación al Foro de Inversiones el año pasado, que son los dueños de empresas argentinas taquilleras como Mercado Libre, Despegar, OLX y Globant y se espera que diez emprendimientos argentinos más ingresen al selecto grupo. Los unicornios, como se los conoce, son presentados como expresión del éxito de los emprendimientos argentinos y portan con el semblante del saber sobre los valores empresariales de la nueva era.

Una de las características que comparten estas empresas es el tipo de actividad que desarrollan. Su métier consiste principalmente en la actividad comercial vía el aprovechamiento de las nuevas tecnologías (comercio electrónico), facilitadoras del intercambio de productos que ellas no producen, integrantes de la industria de las “puntocom” dotadas, como tal, de una significativa volatilidad. Se las denomina unicornios, básicamente por dos motivos. Por un lado, han logrado superar, en velocidad récord para los tiempos tradicionales del mundo empresarial, la barrera de los U$S 1.000 millones de valor de mercado, destacándose en este sentido la trayectoria recorrida de la líder Mercado Libre que trepó a los U$S 12.400 millones desde su creación en 19991, incluso por encima de la petrolera más importante del país, YPF. Otra característica que los identifica con la prestancia de una criatura mitológica, es la supuesta imposibilidad de imitarlos, ya que estas firmas irrumpen con nuevos moldes e inauguran novedosos segmentos de mercados. Ello las convierte muy prontamente en monopolios u oligopolios al poco tiempo de su fundación.

A simple vista, entonces, parece no caber dudas respecto a su extraordinario dinamismo económico, de la capacidad de multiplicar la velocidad en la valorización del capital invertido y su relativa autonomía respecto a las políticas de protección del Estado (ya que éstas nacen desarrollando estrategias comerciales de alcance regional o global). Sin embargo, las alertas aparecen cuando se intenta indagar sobre su articulación con el bienestar general en el marco de la economía nacional a la cual pertenecen. En este sentido, es sencillo encontrar importantes limitaciones que opacan al entusiasmo oficial de presentar al emprendedurismo como posible solución de los problemas de la economía argentina.

Por un lado, conforme a la naturaleza del principal rubro predilecto del campo emprendedor, las “puntocom” y más específicamente las plataformas cibernéticas de comercio, comunicación y finanzas, no se constituyen como empresas que asocien la velocidad de su crecimiento a la generación de empleo. Por el contrario, su potencial radica en su capacidad de adaptación a las novedades tecnológicas de información (que tampoco ellas mismas generan ni desarrollan, desligándose también de los efectos virtuosos de la innovación tecnológica) lo cual lleva a escasísimos niveles de insumo de mano de obra. Los datos son elocuentes en demostrarlo, mientras Mercado Libre cuyo valor aventaja en por lo menos U$S 3.000 millones a YPF, tiene un total de 4 mil empleados en toda América Latina mientras que YPF cuenta, por lo menos con 23 mil sólo en Argentina (sin contar el empleo asociado, vía proveedores o clientes).

Por otro lado, la nueva organización social del trabajo que este tipo de firmas plantea, sobre todo en su primer tiempo de maduración, conlleva entre otras cuestiones, a modificar la idea clásica de la cadena productiva. Mientras que en el marco tradicional, el surgimiento de nuevos actores de la producción, implicaba un desarrollo secuencial de nuevas demandas y necesidades y la integración con otras áreas de la matriz insumo-producto, este nuevo formato empresarial conforme a la naturaleza de su actividad y volatilidad, precisa más de una red mundial de freelancers que de una red estable de proveedores. Los freelancers son mayormente ocupaciones independientes, de carácter flexible, expuestas a una vertiginosa aunque inestable cantidad de trabajo que promueve niveles de auto-explotación desmedidos para enfrentarse a los estándares de mercado. Sería algo así como la versión moderna de la inserción laboral flexible y precaria que implicaba el pago a destajo analizado por Marx (2009)2 pero ahora dedicado mayormente a las tecnologías de información y comunicación.

Pero existe otro rasgo de importancia respecto a la visión oficial sobre este nuevo hombre capitalista que se observa nítidamente en la imagen que nos devuelven los unicornios del emprendedurismo. No es casual que el Presidente, en las distintas presentaciones públicas para ofrecer un ejemplo del emprendedor exitoso, no haya llevado a ningún integrante de las múltiples cooperativas y emprendimientos de la economía popular. Es que el estereotipo del emprendedor, es bien definido y está inspirado en la cultura norteamericana del joven exitoso, creativo, de clase media, de jean y sin traje, flexible a los cambios, cuyo principal capital es su capacidad de marketing. Consecuentemente, el mérito, para el modelo oficial, no está representado por las innumerables trayectorias de lucha recorrida por los emprendedores de la economía social, que ante panorama de enorme adversidad y permanente exclusión, generaron alternativas de gestión colectivas y solidarias. Este rasgo, por lo tanto, le asigna a la retórica del emprendedurismo enarbolada por el poder político actual, un claro carácter discriminatorio de clase ya que son justamente los atributos socioeconómicos de clase, los que condicionan la asignación de los potenciales emprendedores, a la dualidad que diferencia emprendimientos “de primera” o de punta respecto los emprendimientos “de segunda” o de subsistencia. Muestra de lo anterior lo representa la trayectoria del número uno de “Mercadolibre”, quien habiendo cursado sus estudios en el exterior, en la Universidad de Stanford, y apuntalado por uno de sus profesores accedió a una inmejorable red de contactos y de grandes inversores (entre los cuales se destaca Hicks, Muse, Tate & Furst, JP Morgan entre otros). Condición clave, esta última, para comprender el vertiginoso crecimiento de su firma que resulta ser una excepción no disponible para la mayoría de los emprendedores de bajos recursos.

La ideología detrás del emprendedurismo

Macri quiere un país de 40 millones de emprendedores. Así lo manifestó en varias oportunidades, en campaña, en el ejercicio de poder, a través de sus funcionarios, buscando instalar la idea de que todo argentino puede ser empresario, si realmente se lo propone.

La imagen del emprendedor encuentra eco en una de las teorías del pensamiento neoliberal, la del capital humano, que conforme a algunas de sus implicancias (particularmente con respecto a la educación), paradójicamente suele presentase con un halo progresista. En términos muy sucintos, es posible afirmar que esta corriente teórica, que reconoce su origen en los trabajos de G. Becker y T. Schultz al promediar el siglo XX, busca reinterpretar la función del trabajo en la economía ofreciendo un giro epistemológico en relación al análisis de la economía política de los autores clásicos. En este sentido, el trabajo que era transformado en tiempo [de trabajo] como operación analítica indispensable en el marco la teoría de valor -que permitía aprehender las condiciones objetivas de explotación capitalista- es revisado a partir de un nuevo planteo. El primero en advertir esta transformación en el campo de la economía es M. Foucault (2008) quien analiza sus implicancias de manera exhaustiva en sus clases publicadas bajo el título de Nacimiento de la Biopolítica (1978-1979).

Los teóricos y actores neoliberales vienen insistiendo hace tiempo, en la formulación de un cambio en la grilla de análisis económico y sociológico. Se trataría de sepultar de una vez el modelo social compuesto por clases y abstraerse del análisis económico de los procesos estructurales, para dar lugar al individuo y el estudio de su racionalidad interna. La individualidad a la que refiere la teoría del capital humano, es muy concreta, es la determinada por la condición del hombre-empresa basada en la supuesta disposición natural de un capital [el humano] capaz de producir una renta. Nótese que esta perspectiva propone una transformación interpretativa radical, no sólo porque desaparece la idea de salario sino también porque concibe al trabajo, no ya como fuerza laboral que valoriza valor para serle expropiado en el marco de relaciones sociales de producción, sino como condición natural y ahistórica de la humanidad.

En términos foucaultianos, este “homo económicus”, tiene la particularidad de ser un sujeto económico activo. El mismo, dedica entonces su vida entera para mejorar la calidad de su capital humano a través de la inversión en educación y formación, así como también, condiciona la elección de un entorno social óptimo, la conformación del futuro capital de sus hijos, la elección de un cónyuge propicio y un hogar con clima educativo favorable. La racionalidad de tales estrategias estaría fundamentada en garantizarse a sí mismo, el mayor flujo de rentas posibles, presentes y venideras. Esta vocación del hombre captura su existencia entera ya que resulta imposible disociar a la máquina humana de su portador. En este sentido, el motivo que impulsa toda acción es el rendimiento, y el sujeto queda configurado como un sujeto de interés cuyo lazo social está determinado por la competencia (es decir, el otro es siempre un competidor).

Concebir al hombre y su accionar como empresa, implica una transformación subjetiva fundamental ya que la empresa, pasa a erigirse como modelo social y se experimenta la generalización de la forma económica de mercado a todo el tejido social planteando consecuentemente, una nueva razón gubernamental. Esta consiste básicamente en el pasaje, de la sociedad disciplinaria, en la cual según Bifo (2016) “los cuerpos naturales son disciplinados represivamente por reglas sociales y productivas”, a la práctica desreguladora donde la eliminación de la norma abre paso al dominio de la regla más cruenta, la económica. Aquí el mercado toma la forma de tribunal de sanción de la ineficiencia por el cual todo hombre está obligado someterse. Esta acepción de la liberación y la desregulación, que apropiada por el poder pierde toda connotación libertaria, confina el disciplinamiento social a un agudo autodisciplinamiento mediado por el orden competitivo que regula los vínculos sociales, no sólo el mercantil.

Lo anterior se refleja también en la última definición de poder foucaultina que la concibe como acción sobre una acción que mantiene “libre” a aquel sobre el cual se ejerce el poder (Lazzarato, 2013). Es interesante notar con lo hasta aquí expuesto, que pese a su gran pragmatismo, la economía neoliberal no sólo plantea una alternativa de gestión económica y gobierno social sino que es principalmente, un dispositivo de modelización y control de la subjetividad, que convierte al trabajo en un “trabajo sobre sí mismo”.

La figura del emprendedor se inscribe entonces en esta grilla de inteligibilidad. La plena realización del “empresario de sí mismo” quien en ocasiones no trabaja para nadie más que él, es aparentemente libre de toda atadura formal, impone sus propias reglas y aparece como despliegue de un alma libre, susceptible de generar innovaciones en un marco de propicia libertad. Sin embargo, por fuera de los escasísimos casos exitosos, la exigencia que presenta el imperativo emprendedor es en realidad una nueva forma de dominación contemporánea dispuesta a padecer el carácter ilimitado del capitalismo global con toda su fuerza. Por lo tanto, es posible definir a la ideología neoliberal como un dispositivo de la frustración, que funciona bajo un imperativo que Jorge Alemán (2016) sintetiza como la imposibilidad de la realización plena de la demanda ilimitada del capital en esta nueva época. De esta manera, el orden simbólico en las sociedades occidentales, logra extender el sentimiento de culpabilidad, la sensación de no estar a la altura y síntomas similares, con enorme éxito.

Se desprende entonces que, desde el enfoque neoliberal, fenómenos sociales como la pobreza, el hambre, la desocupación y las variadas formas que asume la precarización de la vida contemporánea, serían tan sólo el resultado de la ineficiencia de los hombres-empresas actuantes y no de los efectos estructurales de una determinado orden económico y social. Ello implicaría, por lo tanto, un intento de desplazamiento de la disputa desde el terreno de la interpelación social a los sectores de poder, hacia la esfera individual.

El emprendedurismo como utopía irrealizable

Pese a lo expuesto, es interesante notar que la apuesta neoliberal, se presenta principalmente como una herramienta de gestión que aborrece la cuestión ideológica para soslayar que es, justamente, el orden simbólico y el robustecimiento de una ideología concreta, su principal dispositivo de legitimación. Porque tal como señala Althusser “no hay práctica sino por y bajo una ideología” la cual expresa la relación imaginaria de los hombres con sus condiciones reales de existencia y tiene la función de guiar sus acciones. Así como los socialistas podían forjar un pensamiento político activo sobre la base de una sociedad de iguales, el neoliberalismo defiende celosamente, a través de una idea atrofiada de libertad, la utopía de la conformación de una sociedad de “empresarios de sí mismos”.

Sin embargo, el mundo tal como lo conocemos, ya tiene empresas funcionando y de extraordinario tamaño a escala global, cuyo impacto en economías periféricas como la nuestras, se traduce en niveles significativos de concentración y extranjerización de los medios de producción. Los planteos distributivos resultantes del comportamiento rentístico -hoy naturalmente empresarial de estos actores cada vez más financiarizados- derivan inequívocamente, en la consolidación de matrices de extrema desigualdad social.

El gobierno de Cambiemos, en sus casi dos años de gestión, ha demostrado a partir del carácter regresivo de su política económica favorecedora de una acentuación de la captura del excedente económico por parte del poder concentrado (como las exportadoras de commodities y el sector financiero), que la desigualdad continuará siendo el eje ordenador de la economía. De esta manera, el contexto social permanece y se consolida con altísimos niveles de exclusión y pauperización, entre los que se destaca que el 30% de la población es pobre, la mitad de los niños y adolescentes carecen de condiciones de vida dignas mientras que ocho de cada diez jóvenes no logran insertarse adecuadamente en el mercado laboral.

El autismo del gobierno respecto a la situación vigente de extrema pauperización al que ha contribuido, lo lleva por ejemplo a lanzar una ley de emprendedores con facilidades para la conformación de emprendimientos de poco capital (de un salario mínimo!), exención de impuestos varios, sustrayéndose de determinantes estructurales como la existencia de mercados altamente concentrados en casi todos los rubros de la producción y en un marco coyuntural recesivo de caída general de la demanda. Por lo tanto, en estas condiciones económicas y sociales, la idea universal del emprendeurismo no puede más que fracasar siendo que la persistencia en su realización ideológica, sólo puede conducir a la profundización del modelo desigual de emprendimientos que diferencia a los de subsistencia respecto a los de punta. Si bien la retórica oficial sueña con el segundo grupo, nuestra realidad está compuesta mayoritariamente por el primer grupo, que se ve continuamente amenazado por una estructura económica dominada por sectores concentrados que los expulsa y los castiga. En este sentido, los microemprendimientos, algunas cooperativas de trabajo, entre otros han resultado ser mayoritariamente respuestas al proceso de desintegración del empleo “típico” o “formal”, que al calor de una ayuda marginal del Estado (vía planes de empleo, desde el Manos a la Obra hasta el Argentina Trabaja, Ellas Hacen) han devenido en la posibilidad de subsistencia de numerosas familias. Tales actores, que ya eran emprendedores con anterioridad a la formulación de una ley que facilitaría su surgimiento, son de subsistencia, en tanto el resultado de la dinámica económica persista en colocarlos en ese plano. Por lo tanto, la propuesta oficial de promoción de emprendimientos es negada por la propia política económica oficial de concentración económica y regresividad distributiva.

Más aún, las decisiones presupuestarias del actual gobierno en las áreas sociales sensibles para la conformación del capital humano como educación, salud y inversión en ciencia y tecnología, han sufrido recortes sustanciales que trasgreden incluso, toda recomendación del ideario neoliberal surgida de la teoría del capital humano, para favorecer la igualdad de oportunidades (impugnando, paradójicamente, la igualdad material).

Por lo tanto, la enunciación del emprendedurismo no sólo es negada por los determinantes estructurales de la economía, sino que también por la dirección que asume la gestión actual que no resuelve la condición de subordinación del orden productivo respecto a los sectores concentrados, la agrava; que no resuelve la permanente fuga del excedente económico a fines no productivos, la agrava; que no resuelve la desigualdad y la privación de sectores sociales enteros para favorecer condiciones de igualdad de oportunidades, la agrava. En definitiva, es el accionar del propio gobierno lo que consigna su ideal, a una inverosímil utopía.

Bibliografía:

Alemán J. (2016): “Horizontes neoliberales en la subjetividad”. 1a ed. Grama Ediciones.

Bifo, F. (2016): “El trabajo del alma de la alienación a la autonomía”. Primera edición – Cruce Casa Editora. Buenos Aires.

Foucault, F. (2008): “Nacimiento de la biopolítica: curso en el College France: 1978-1979”.1a ed. 1a reino. – Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.

Lazzarato, M. (2013): “La fábrica del hombre endeudado. Ensayo sobre la condición neoliberal”. 1a ed. – Buenos Aires: Amorrortu.

Marx, K (2009): “El capital: el proceso de producción del capital.- 1a ed.- 3a reimp.- Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.

Revista Pymes, Cultura emprendedora, Julio 2017.

1 Datos informados por la Revista Pymes correspondiente al mes de Julio 2017.

2 Según el autor de El Capital “La calidad del trabajo está controlada aquí por la obra misma, que debe poseer la calidad media para que se pague  íntegramente el precio de cada pieza. El pago a destajo se convierte, en este sentido, en fuente abundantísima de descuentos salariales y fullería capitalista” (Cap. XIX , pág 673 – 674)