La Noche de las Corbatas

Laboralistas presente en Mar del Plata

ACTO ANIVERSARIO DE LA NOCHE DE LAS CORBATAS Y DEL DÍA DEL ABOGADO LABORALISTA 
ORGANIZADO POR LA AAL, LA AAL MARPLATENSE , REALIZADO EL DÍA 13 DE JULIO DE 2018 EN LA FACULTAD DE DERECHO DE LA UNIVERSIDAD DE MAR DEL PLATA.

 

El aula 19 MEMORIA VERDAD Y JUSTICIA, de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Mar del Plata, estaba colmada.

Un marco inmejorable de público se dio cita para homenajear a los abogados laboralistas de la Noche de las Corbatas y a todos los abogados y abogadas laboralistas víctimas del terrorismo de Estado y para discutir la precarizacion laboral.

Estaba presente la emoción por el homenaje de la fecha, pero también la atención de un auditorio comprometido que escuchaba atento y expectante las intervenciones de los paneles propuestos.

Sin duda que el objetivo y las expectativas de quienes organizamos la actividad quedaron superadas ampliamente, tanto por los disertantes que expusieron en cada panel, como por la cantidad de público que se hizo presente.

Pudimos escuchar a Juristas, Trabajadores y Trabajadoras, Dirigentes de las distintas centrales sindicales del momento, quedando expresado unánimemente que el único camino posible para resistir el avance contra los derechos de los trabajadores es la UNIDAD y la ORGANIZACIÓN, incluso entendida desde las diferencias naturales de quienes la construyen.

Destacamos, no por mayor importancia, sino tal vez por novedoso para este tipo de encuentros, el panel de los delegados de base, quienes nos contaron en primera persona la precarización laboral, poniéndole el cuerpo al continuo atropello de las patronales en los lugares de trabajo.

Un momento especial se vivió cuando la artista plástica Rosana Cassataro nos contó su intervención sobre el sacó del Dr. Alais que quedó en el estudio cuando fue secuestrado. Obra de arte que nos acompañó en las jornadas gracias a la generosidad de Eleonora Alais y Juan Marcos Candeloro que nos cedieron y permiteron exponer la misma.

Queremos agradecer a todos los presentes, jueces y juezas del Trabajo, Dirigentes Sindicales, Trabajadores y Trabajadoras y en especial la presencia y acompañamiento de Marta Candeloro.

Por segundo año consecutivo la Asociación de Abogados Laboralistas de Mar del Plata y la Asociación de Abogados y Abogadas Laboralistas, de manera conjunta realizamos esta actividad.

Las Noches de las Corbatas y Mar del Plata ya tienen está fecha como encuentro obligado de todos los años para discutir, reafirmar y defender el Derecho de los y las Trabajadoras.

 

Exposición de Mario Elffman.

En su tesis LOS DDHH COMO LÍMITES AL PODER ECONÓMICO EN EL CONTEXTO DE GLOBALIZACIÓN, que recibí hace pocos días, el abogado mejicano Asúnsolo Morales comienza diciendo que tiene la sensación de que en el imaginario colectivo, la percepción sobre las violaciones de los DDHH tiende a asociarse, sin más, con el poder público.

Es algo más que una sensación, pues es más que justificada la categorización del Estado como la principal amenaza para los derechos de las personas: torturas, desapariciones, asesinatos individuales y masivos, y contextos de violencia generalizada. Pero no menos cierto es que limitarse a una concepción de ese tipo reduce las posibilidades de exigencia, el carácter transversal y la universalidad a que aspiran los derechos humanos.

Porque esa imagen no es plena, si no se centra también en el ámbito, tanto público como privado, en el que interactúan con (y dentro) del poder político los poderes económicos, dominantes y expandidos como poder real, tan impúdico como antisocial.

No se trata de ninguna innovación del derecho internacional de los derechos humanos, sino de la continuidad y desarrollo necesario de la idea de los derechos humanos como límites al poder. Por la sencilla razón de que el poder económico, el financiero internacional, y su estrecho vínculo con las mafias, (dato advertido hace casi medio siglo por Bobbio en El Futuro de la Democracia , y luego por Ferrajoli en Derecho y Razón) no solo aparecen asociados al poder político, sino que lo ejercen: de manera directa u oblicua; pero lo ejercen. Y lo ejercen brutalmente.

La idea de que el Estado sigue siendo la única amenaza para los derechos de las personas suena absurda cuando se diluye la separación entre derecho privado y público; pero hasta no hace mucho tiempo, esa idea prevalecía aún entre los especialistas en derechos humanos, y en el derecho no había muchas otras excepciones que las de los abogados laboralistas.

Los abogados laboralistas, honor al mérito, han defendido derechos humanos, contra viento y marea; no solo frente a la postulación de un estado de derecho como estado mínimo y de no interferencia de otra ley que la del mercado, sino frente a toda la concepción de la visión liberal, hoy paleoliberal, -porque es económica y socialmente paleolítica, como versión dominante del Estado.

El derecho del trabajo, y su ejercicio, son y han sido la praxis fundamental de la defensa de derechos humanos pensada y actuada para limitar a los poderes privados junto con los estatales, o en el mismo nivel de compromiso y responsabilidad por su violación. Los expertos en Seguridad Social, y luego los ambientalistas y los defensores del consumidor, lo continúan. Ha sido y es la ampliación del concepto de estado de derecho a las esferas del poder privado: y es propio de la lógica de la dominación que si bien estos fenómenos sobrepasen a lo jurídico, sea en el abogado laboralista en quien más visiblemente se expresó y se sigue expresando esa constante ampliación.

Si el abogado laboralista es el efector jurídico de la defensa de los derechos humanos en una concepción amplia y realmente abarcadora, su persecución, esa sangrienta y monstruosa abierta desde el secuestro y desaparición de Nestor Martins aquel 16 de diciembre de 1970, y su continuidad en los asesinatos de la triple A; o, luego, en ese aquelarre empresarial, militar y eclesial que elimina y pretende liquidar ese foco de rebeldía y toda la lucha por los derechos humanos y la concepción humana y universal de esos derechos, son la respuesta negadora de los derechos humanos en su totalidad: totalidad que se sostiene en el actual estado de la política gubernamental en nuestro país.

Entonces, la noche de las corbatas de 1977 es un símbolo trágico que expresa al ideario cavernícola de la versión vigente de ese viejo liberalismo. Y la transformación del recuerdo de la tragedia en el día del abogado laboralista, el 7 de julio, es un hallazgo conceptual: es el día de los profesionales del derecho que representan ese costado desconocido, negado o vilipendiado, de la lucha por la concepción integral de los derechos humanos, así como, por decisión de la F.A.C.A. del año 2004, se rememora el día 6 a la totalidad de los abogados víctimas del terrorismo de estado.

Esto explica en buena medida la denigración de sus funciones sociales, la descalificación como ‘industria del juicio’, la pretensión de montar listas de abogados réprobos porque ejerciten acciones en defensa de derechos de los trabajadores, y la persecución a los jueces del trabajo que cumplan su obligación legal de hacer respetar tales derechos y de condenar su inejecución. Y todo eso, en el proyecto y praxis actual de ataque a los trabajadores, a sus organizaciones y al conjunto de sus derechos, como objetivo final del modelo y de su discurso.

Como no sé si estoy en este lugar por otro mérito que no sea el de aquella memoria remota de los adultos mayores, quiero recordar algunas cosas que creo conciernen a los abogados laboralistas. Conocí y traté a algunas de las víctimas de la noche de las corbatas. Con Centeno, en particular, tuve un inolvidable encuentro profesional, y francos desencuentros ideológicos. Comienzo por estos últimos, así fueran posteriores al primero.

En esta Ciudad de Mar del Plata, en la sede de su Colegio de Abogados, a apenas un mes de la promulgación de la ley de contrato de trabajo cuyo proyecto era de autoría casi personal de Norberto Centeno, — así en el tránsito por el Ejecutivo al Parlamento le fueran eliminadas disposiciones más favorables a la estabilidad en el empleo– en la clásica jornada anual de la AAL, siguiendo la postura de Otto Weiss, y luego en uno de mis primeros trabajos publicados, critiqué la ideología del sistema. La réplica personal de Centeno fue enérgica. Pero tuve ocasión de relativizar mis desacuerdos después de una experiencia en un debate en Salta, en el que uno de los participantes me dijo que entendía que para los porteños la LCT no fuera más allá de lo que ya era jurisprudencia estable de su Cámara de Apelaciones, pero que para los trabajadores del interior y sus abogados parecía algo casi revolucionario. Y a ese interlocutor de un interior de jurisprudencia invariablemente reaccionaria, acabó dándole la razón la dictadura, que a pocos días del golpe de estado canceló un tercio de sus disposiciones y alteró de plano el sentido del conjunto.

En cuanto al encuentro, vital, humano, ocurrió allá por 1967 cuando la dictadura boliviana de Barrientos, después de la terrible masacre de San Juan, metió en un avión a toda la dirigencia minera y activistas sobrevivientes de Catavi y Siglo XX en conflicto y los depositó cerca de aquí, en Tandil, donde fueron alojados en una escuela granja abandonada, sin equipajes ni abrigos, casi sin alimentos, en un invierno muy frio, sin documentación, sin saber siquiera dónde estaban, e incomunicados hasta que la autoridad migratoria de otro gobierno dictatorial, el de Onganía, resolviera su ‘status’ y le sacara las castañas del fuego a su colega boliviano. Allí nos encontramos Norberto Centeno y yo, con otros colegas y el apoyo de la comunidad, logrando que en el curso de una mañana un juez federal de Azul hiciera lugar a una medida cautelar urgente, ordenara el cese inmediato de la incomunicación y la apertura del lugar para que pudiéramos ingresar tanto los amparistas como las organizaciones que llevaban solidaridad, encabezadas por la CGT y la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, que por entonces seguía siendo el único organismo específico de defensa de tales derechos. Y previo concierto (y total desconcierto) de la policía de Tandil, a primera hora de la tarde, se abrieron las puertas e ingresamos, tomados del brazo y encabezando la comitiva de camiones y gente con ropas y vituallas, el entonces futuro autor de la LCT y este modesto expositor. Nadie que haya vivido ese momento lo puede olvidar, como no lo olvidaron jamás los compañeros bolivianos.

Otro militante ejemplar de los DDHH y el derecho laboral en su integralidad, Atilio Librandi, que también participó de esa tarea en Tandil como de una infinidad de otras que enriquecen y ennoblecen nuestro acervo colectivo, se despidió de nosotros el último diciembre, a los 99 años; y la Asociación de Abogados Laboralistas tuvo la fortuna de poder rendirle un homenaje en vida, como un ejemplo de la abogacía laboralista, precisamente en un 7 de julio, en su acto por el día del abogado laboralista.

Otro maestro de nuestra rama del derecho, y que fuera decano de esta casa que hoy nos alberga, la Facultad de Derecho de la Universidad de Mar del Plata, también se ha despedido hace muy pocos días. Luis Pablo Slavin, participó con sus múltiples intereses jurídicos y su propia tesis doctoral de ciencia política, en el pequeño universo de aquellos que consideran que la verdadera cultura es aquella que comienza donde acaba la erudición. Recuerdo un artículo en el que narraba su propia experiencia formulando al alumnado de derecho del trabajo una encuesta acerca de cuál debiera ser la postura ideológica en la materia: si la de defensa de los derechos de los trabajadores y el in dubio pro operario, la de los derechos de las empresas y su cuota de ganancia, o una equidistante, neutral, objetiva. Y se quejaba de que, año tras año, fueran cada vez más los que se inclinaran por la tercera de esas opciones, como si las enseñanzas que recibían las fueran a aplicar en un cuadro de igualdades materiales.

Lo recuerdo especialmente porque lo reproduje, ya vinculado a la posición de los jueces del trabajo, en un curso de actualización para jueces en Brasil, donde comprobé la razón de la preocupación de Slavin: la mayoría de los encuestados, pero sobre todo los jueces más jóvenes, se pronunciaban francamente por esa actitud de neutralidad y fría igualdad, falsamente confundida con la imparcialidad, en conflictos en los que estaban en juego los derechos de los desigualados. Después me expliqué ese fenómeno contemplando de qué sectores sociales provenían los y las que adquirían los antecedentes académicos para incrementar sus puntajes en los concursos respectivos. Pero eso es harina de otro costal.

Creo que nos falta , ahora, remontar una nueva cuesta para mantener esa concepción universal de los derechos humanos, para la que es insuficiente la dotación normativa del derecho del trabajo en sus facetas supraconstitucionales, constitucionales y legales. Un derecho laboral que se angosta, se estrecha, pierde abarcabilidad y efectividad. Tenemos que aprender a ocuparnos de la defensa y de la actividad académica y docente, de aquellos que han quedado, quedan y quedarán afuera del marco de contención del propio derecho del trabajo y de la seguridad social. Y, en especial, de los excluidos sociales, esas multitudes a las que el propio sistema jurídico no atiende sino desde el derecho penal, y no precisamente en su condición real de víctimas.

Solo superando los límites de las columnas de Hércules que separaban el mundo del derecho de la nada y las tinieblas, en aquello que yo insisto en caracterizar como derecho de inclusión social, estimo que seguiremos avanzando en esa condición humana y jurídicamente más valiosa de la abogacía laboralista. Y haciendo honor a nuestros mártires, a nuestra profesión y a su función social.